El 4 de octubre de 2016 la legislatura Bonaerense sancionó la ley 14.848 que estableció la obligatoriedad de integración de las listas electivas con el 50% de candidatos de cada género, que deben incluirse en forma secuencial y alternada. Un año después, se sancionaba a nivel nacional, consolidando la idea de que la democracia igualitaria solo se obtiene con equilibrio de géneros.
No fueron pocos los debates que se abrieron al respecto. La más susurrada fue que necesitábamos que una ley supla nuestra supuesta falta de talento para llegar a los cargos. Las teorías subsiguientes trataron de instalar que no nos capacitamos lo suficiente, que no tenemos vocación de poder, que no somos capaces de superar los mandatos, que preferimos criar hijos. Y, por supuesto, que esta preferencia escrita por letra color celeste, nos impide complementar vocaciones y metas.
Si la pandemia desnudó realidades de manera brutal, una de ellas fue el diferencial de género a la hora de manejar la tragedia. La estadística mundial muestra que los países cuyos gobiernos están en manos de mujeres, fueron los más exitosos a la hora de los resultados globales.
Y mientras ciertos ámbitos se pueblan de profesionales mujeres –la ciencia, por ejemplo- el crecimiento de la presencia femenina en los espacios donde se decide la vida social –léase política, sindicatos y justicia-sigue siendo directamente fiel a los añejos mandatos.
En las PASO 2017, el 80% de las listas de diputados y el 74% de las de senadores llevaron varones en el primer lugar. Que significa en la práctica este “detalle”? Una cuenta sencilla: si ingresan tres legisladores, dos serán hombres. Hasta las elecciones de 2017, las mujeres representaban el 25% en la Cámara baja y el 24% en la cámara Alta. Tras la paridad, el guarismo apenas subió al 35%. Paridad? Lejos.
Para las PASO 2019, la entonces gobernadora Maria Eugenia Vidal, reglamentó la ley electoral bonaerense adaptándola a la ley nacional. El 99% de las listas respetaron los parámetros, aunque solo el 33% de ellas fueron encabezadas por mujeres. El 50% de mujeres en las bancas no rompió el escenario de la mera teoría y en la provincia de Buenos Aires, con el 38% del padrón nacional, de 135 municipios hay solo 6 conducidos por mujeres.
¿Cuál es la clave? La exigencia de una ingeniería de candidatos que proyecte dentro de las perspectivas electorales posibles, que el 50% de los espacios legislativos y ejecutivos termine, realmente, ocupado por mujeres. ¿Cuál es el camino? La puesta en discusión temprana de esos espacios.
Otra forma de ejercicio no solo nos llevaría a tener una ley a nivel de letra muerta, sino colocar un ladrillo más en la pared de nuestros atrasos. Atrasos que el mundo ve, nosotros padecemos y todos estamos de acuerdo en la necesidad de superar.
(*) Lorena Petrovich, senadora provincial Juntos por el Cambio.