En Palermo, rodeado de su Gabinete y de altos mandos militares, Milei tomó juramento a cadetes y soldados voluntarios. Su discurso fue breve pero cargado de contenido ideológico. “Jurar la bandera no es una mera formalidad, es un compromiso tan grande como su propia vida”, afirmó. Reivindicó el rol de las Fuerzas Armadas y apuntó contra la dirigencia política: “Durante años la política usó a las Fuerzas Armadas como un chivo expiatorio para justificar la reducción del gasto en Defensa”.
También evocó a Belgrano como símbolo de libertad y sacrificio: “Belgrano fue un maximalista de la libertad”, dijo, y agregó: “La libertad no pide permiso, la libertad se impone”. Cerró su discurso con un llamado a la épica: “Que Dios los bendiga, y que la fuerza del cielo acompañe a todos los argentinos. ¡Viva la Patria!”
En Rosario, en cambio, Villarruel se mostró junto al gobernador Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin, en el tradicional acto frente al Monumento Nacional a la Bandera. Allí, más de 8000 alumnos de diez provincias prometieron lealtad a la enseña. La vicepresidenta no habló en el acto oficial, pero sí dejó declaraciones a la prensa que resonaron fuerte: “No hay otro lugar en Argentina para estar más que acá”. Y cuando le preguntaron por su ausencia en el acto presidencial, fue tajante: “No me invitaron”.
El contraste fue evidente. Mientras Milei optó por un escenario cerrado, con estética castrense y mensaje de trinchera, Villarruel apeló al federalismo, la historia y la cercanía con la ciudadanía. En su cuenta de redes sociales, definió a la bandera como “sangre, historia y sacrificio”, y recordó a Belgrano como símbolo de entrega total a la patria.
La jornada también estuvo atravesada por tensiones políticas. En Rosario, el intendente Javkin advirtió sobre “la porquería de una política nacional que se acostumbra al odio”. Y la ministra Patricia Bullrich, presente en ambos frentes, intentó equilibrar su presencia entre el operativo de seguridad en Santa Fe y el respaldo al presidente en Buenos Aires.
En definitiva, el Día de la Bandera dejó dos postales que hablan por sí solas. Una, con Milei reafirmando su alianza con las Fuerzas Armadas y su narrativa de confrontación. Otra, con Villarruel abrazando el símbolo patrio desde su lugar de origen, con un mensaje de unidad y pertenencia. La bandera flameó en ambos actos, pero el viento que la impulsó fue distinto.