Villarruel, flanqueada por el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro y el intendente Pablo Javkin, no necesitó discursos encendidos para dejar un mensaje claro. “No hay otro lugar en Argentina para estar más que acá”, declaró a la prensa, en lo que muchos interpretaron como una dedicatoria directa al mandatario ausente.
La ceremonia, cargada de simbolismo, incluyó la promesa a la bandera de más de 8000 alumnos de diez provincias. Pero el verdadero acto de lealtad pareció ser el de Villarruel hacia la historia y el federalismo. “¿Qué mejor lugar para honrar a Manuel Belgrano que Rosario, donde flameó por primera vez nuestra enseña?”, agregó.
Mientras tanto, en Palermo, Milei reafirmaba su compromiso con las Fuerzas Armadas, en un tono más doctrinario que patriótico. La distancia entre ambos actos fue más que geográfica: fue conceptual. Rosario habló de unidad, historia y territorio. Buenos Aires, de defensa, gasto público y enemigos internos.
La vicepresidenta también reveló que no fue invitada al acto porteño. “No me invitaron”, dijo sin rodeos. La frase, breve pero filosa, dejó al descubierto una interna que ya no se disimula ni en fechas patrias.