En la misa de iniciación, primero agradeció a las autoridades de los ámbitos políticos, civiles, de seguridad y eclesiásticos. En estos últimos hizo especial hincapié.
Reconoció a sus "hermanos obispos". Por caso, a monseñor Jorge García Cuerva, arzobispo de la ciudad de Buenos y primado de la Argentina; a Antonio Marino, ex obispo de Mar del Plata; a Guillermo Garlatti, quien fuera su rector a lo largo de 8 años de seminario; y destacó una "muy linda y afectuosa llamada" de Héctor Aguer, arzobispo emérito de La Plata, que no pudo asistir a la ceremonia por motivos de salud.
Luego, como es habitual, propuso tres ejes para reflexionar con los fieles que llenaron la Catedral: amar, conocer y entregar.
Sobre el primer punto, destacó su "amor por Jesús". Y dijo que, sin él, "nada tiene sentido en la vida de la Iglesia; la fe deja de ser vital y se vuelve ideología".
"Por eso quiero renovar mi amor a Dios como el elemento esencial para ser imagen del buen pastor para ustedes", expresó.
En un mensaje a la comunidad de la Arquidiócesis de La Plata, le pidió a los fieles que le exijan "muchas cosas", sobre todo "el amor a Jesús". Y añadió: "No traigo ningún plan pastoral especial. Asumo la rica tradición de vivencia, transmisión y compromiso de la fe de la iglesia desde el inicio".
Respecto al segundo punto, el nuevo arzobispo de La Plata sostuvo que tiene el gran desafío de conocer "en profundidad" a los cinco partidos que integran la Arquidiócesis, con el deber de ser "padre y pastor".
De todos modos, recordó que en La Plata tomó "algunas de las decisiones más importantes de su vida" cuando fue seminarista.