En el Palacio San Martín, bajo una ola polar que azotaba Buenos Aires, el presidente Javier Milei encabezó su última cumbre como titular pro tempore del Mercosur. Pero el clima gélido no solo se sintió en la temperatura: el saludo con su par brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, fue tan seco como el discurso que pronunció minutos después.
“Emprenderemos el camino de la libertad, y lo haremos acompañados o solos”, lanzó Milei ante los mandatarios del bloque, en una frase que resonó como advertencia. El libertario cuestionó la estructura del Mercosur, al que calificó de “cortina de hierro” y “estructura elefantiásica”, y reclamó una apertura comercial profunda, con menos regulaciones y más acuerdos bilaterales.
El momento más incómodo de la jornada fue, sin dudas, el encuentro con Lula. El brasileño llegó último, visiblemente molesto por restricciones al acceso de sus fotógrafos, y se detuvo en las escalinatas del Palacio. Fue el canciller argentino, Gerardo Werthein, quien debió salir a buscarlo. El saludo entre ambos mandatarios fue breve, sin sonrisas ni palabras cálidas. Apenas un apretón de manos y una foto protocolar. La tensión era palpable.
Mientras Milei insistía en que el Mercosur debe dejar de ser “un escudo que nos proteja” para convertirse en “una lanza que penetre los mercados”, Lula defendía el bloque como refugio ante un mundo inestable. La diferencia de visiones quedó expuesta no solo en los discursos, sino en cada gesto.
El presidente argentino también celebró avances como el acuerdo con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA) y la flexibilización del arancel externo común, pero dejó en claro que si el bloque no acompaña su agenda, Argentina buscará otros caminos.
La jornada cerró con un incómodo traspaso de mando a Lula, seguido por la visita del brasileño a Cristina Kirchner, quien cumple prisión domiciliaria. Un gesto que no pasó desapercibido en la Casa Rosada.